De la costa a la montaña en Vietnam

Hanoi es una de las ciudades más grandes y más pobladas a las que hemos llegado con nuestras bicicletas y, vista la cantidad de motos que se mueven por Vietnam, estamos un poco preocupados por cómo será nuestra entrada al centro.  Pero esta vez nos equivocamos y resulta mucho más fácil de lo esperado. Nos quedamos unos días a conocer la capital, que nos gusta desde el primer momento. Es muy caótica, es cierto, pero tiene mucho encanto, mucha oferta cultural, muchos parques y muchísima vida en sus calles, tanto de día como de noche. 

El puente Huc en el centro de Hanoi 

La catedral o Pequeña Notre Dame

Muchas normas para entrar al Mausoleo de Ho Chi Minh, donde podemos ver el cuerpo del líder. 

Una de las tantas y hermosas puertas en el Templo de la Literatura dedicado a Confucio. 

Estatua de Lenin

Muy curioso ver pasar el tren en pleno centro de la ciudad

Para no volver a recorrer las mismas provincias que ya vimos e nuestro camino hacia el norte, cogemos un tren hasta Hue.  Nuestra estancia coincide con el Tet, la celebración del año nuevo lunar que dura una semana, pero no tenemos problemas para visitar la Ciudadela imperial, la principal atracción de la ciudad, y la hermosa Pagoda de la Dama Celestial. 

Hace falta una mañana entera para visitar la Ciudadela de Hue. Todavía le quedan muchas partes por restaurar pero algunos rincones te transportan a otros tiempos... 




Las escaleras de entrada a la Pagoda Thien Mu, o de la Dama Celestial. 

La ruta de los días siguientes discurre por la costa vietnamita y no podría gustarnos más. Pasamos por unos pueblos pesqueros encantadores,  arrozales enormes con ese verde que tanto nos gusta, pero también subimos alguna colina con vistas a playas kilométricas de arena blanca y completamente desiertas. Ésto y la vuelta del sol y del calor nos convierte en los cicloturistas más felices del mundo. 


Algunas de las miles de tumbas privadas que se encuentran en nuestro camino. 

De vuelta a nuestros queridos arrozales

Playa de más de 12 kilómetros y sólo nosotros dos. 



También paramos en Hoi An, pero no conseguimos disfrutar de sus calles llenas de farolillos por la cantidad de turistas y vendedores que hacen imposible hasta pasear. 



Seguimos varios días más recorriendo la costa por carreteras secundarias con unos paisajes que nos enamoran, de nuevo playas increíbles, acantilados y subidas a miradores, pasajes en transbordador, estatuas de Buddha enormes y paradas para refrescarse con uno de los buenísimos cafés helados que hacen por aquí.
La última localidad costera en la que paramos es Nha Trang, que tiene una playa tan bonita como llena de turistas rusos…a nosotros nos viene muy bien para descansar un día pero no es el sitio ideal para quien busque tranquilidad. 

Muchas carreteras pequeñas en esta parte, quitarse del ruido del tráfico vietnamita no es fácil 



Nha Trang y sus rascacielos

Ya es hora de dejar la costa y de poner a prueba las piernas con el puerto de montaña más duro de todo el viaje. Nos dirigimos a Dalat, pero como suele pasarnos últimamente, disfrutamos mucho más del camino que del destino. La subida a los 1600 metros de altura a los que se encuentra esta ciudad es dura y nos hace sudar la gota gorda pero ¡Que vistas!, ¡Que bonito estar en medio de la nada!, cosa muy difícil en un país con 90 millones de personas… Las ciudades vietnamitas son modernas, cuidadas, tienen todos los servicios y comodidades, pero nos parecen todas bastante caóticas y, en definitiva, todas iguales.

Por fin un poco de montaña 



Y con casi 5000 kilómetros en las piernas, llegamos a la zona más al sur del país, etapa final de nuestro paso por Vietnam. El delta del Mekong ya es muy fácil de recorrer en bicicleta: donde no hay transbordador hay enormes y modernos puentes que conectan un pueblo a otro. Dejamos de lado la Ciudad de Ho Chi Minh y le dedicamos algo más de tiempo a este laberinto de canales rodeados de plantaciones de fruta tropical de todo tipo: plátanos, piñas, mangos y los menos conocidos durian y fruta del dragón entre otros. Visitamos Can Tho, el pueblo más grande de la zona y los famosos mercados flotantes. 




En el mercado flotante de Cai Rang la gente sigue vendiendo y comprando en barcos en el Mekong. 

Aprendiendo como se fabrican los fideos de arroz que tanto comemos. 

Después de casi dos meses de ruta ya es hora de cambiar y empezar a descubrir otro país, las ganas no nos faltan!! Nos alegramos mucho de haber dedicado este tiempo a un país como Vietnam, donde el choque cultural es mayor con respecto a otros países del Sureste asiático. Como siempre decimos, lo bueno de viajar lento es el poder sumergirte por completo en otro lugar, otra manera de vivir y de actuar. No siempre es bonito y fácil, pero es real.