COMENZAMOS A RODAR

Unas tres horas de vuelo separan Katmandú de Bangkok. Unas tres horas en las que pasas del frío del principio del invierno en el Himalaya al calor tropical y sofocante de Tailandia. 
Pero hay muchos cambios más; el primero es que aquí no es nada fácil encontrar a gente que hable inglés, nos damos cuenta nada más poner pié en el aeropuerto, igual que en el hotel, donde hay que entenderse con la recepcionista a gestos… El segundo gran cambio está en la comida…no es que en Nepal hayamos comido mal, pero hay muy poca variedad y los platos son más bien pobres. Pues bien…bienvenidos al paraíso de la comida…muchos platos, mucha verdura, mucho color, pescados, carnes, sopas, tallarines y todo lo que puedas imaginar por unos pocos Bhats!!!!
Una vez montadas las bicicletas y preparadas las alforjas ha llegado por fin el momento de empezar a pedalear. Hemos pensado en una ruta por varios países que nos llevaría de vuelta a Bangkok como punto final, así que dejamos la visita de la ciudad más grande del sureste asiático para la próxima vez…



El calor hace que los primeros días sean bastante duros, pero en seguida nos damos cuenta que Tailandia es un país muy bueno para el cicloturismo. En primer lugar tiene unas carreteras muy buenas, bien asfaltadas, con arcenes anchos. Hay muchos caminos por elegir: casi nunca tenemos que coger carreteras de mucho tráfico porque existe una infinidad de carriles secundarios en perfectas condiciones. A pesar del calor cada muy pocos kilómetros encuentras una tienda o un puestecillo en la calle con alguna bebida refrescante, un batido o simplemente agua fresca y eso nos facilita mucho la cosa ya que no hay que cargar con agua. Lo mismo vale para la comida: cada dos por tres un puesto, abierto a todas las horas del día, hasta en los sitios más remotos. 
Los primeros días visitamos la ciudad de Ayutthaya, recorremos su parque histórico lleno de ruinas, templos budistas y palacios y disfrutamos de su mercado de comida nocturno.

Uno de los muchos wat del antiguo reino Thai en Ayutthaya





Pasamos por llanuras de campos de arroz, que se alternan a los de maíz, de caña de azúcar, papayas, plátanos y todo tipo de fruta tropical. Siempre que pasamos por algún grupo de casas la gente nos saluda con una sonrisa, algunos preguntan a donde vamos y que hacemos en la bicicleta con tanto calor y hasta nos regalas fruta o agua.

Lucas comprobando que no haya King kobra...

Cara de felicidad en medio de arrozales

Acampamos a orillas de este bonito lago, vaya atardecer  desde la tienda!!


Aparecen las primeras colinas

Durante estas primeras dos semanas nos quedamos muchas veces a dormir en los templos budistas. Los monjes siempre nos ofrecen un sitio para poner nuestra tienda de campaña y nos dejan usar sus baños y duchas. Además nos suelen dar agua y a veces hasta comida. La verdad es que no habría problemas para acampar en cualquier lado, pero la posibilidad de ducharnos al final del día y de acampar en lugares apartados donde sabemos que nadie nos molestará, nos está ayudando, y mucho.


Uno de los templos en los que pasamos la noche, techo, ventilador, enchufes...que más quieres?

Desayuno ofrecido por los monjes, sabores muy raros psra nosotros pero tenemos hambre...

Nos dirigimos al norte del país y, como decía antes, lo hacemos por carreteras secundarias, cruzando muchas zonas de campaña. Al principio casi todo es llano, pero la segunda semana ya empezamos a subir alguna pequeña colina que nos ofrece paisajes muy bonitos. Lo que más nos impresiona es el verde de estas tierras, a veces tan fuerte que parece de mentira…





 En las ciudades más grandes nos solemos quedar en hostales o guest house, que son muy baratos, y de vez en cuando un colchón viene bien para recuperar fuerzas. Además el país esta repleto de ruinas de antiguas civilizaciones y merece la pena pasar una mañana paseando entre antiguos templos y palacios.
Eso hacemos a nuestra llegada a Kamphaeng Phet, tranquila ciudad donde descansar un día.

El simpático dueño del Three J Guesthouse, en Kamphaeng Phet.