Luang Prabang es uno de esos sitios donde un cicloturista de larga distancia, si no tiene cuidado, puede quedarse atrapado, en el buen sentido. Es un pueblo bastante grande, hay muchos viajeros de todo tipo con los que charlar, el alojamiento y la comida son baratos y ésta última muy variada. Pero nosotros, que hemos pasado la Navidad aquí, tenemos en mente conseguir llegar a la capital para fin de año, todo un reto vista la distancia y el estado de la carretera (que parece empeorar cuanto más al sur nos dirigimos).
Así que nos ponemos las pilas y empezamos nuestro recorrido hacia Vientiane. Nos desviamos de la ya famosa carretera 13, la principal del país, y nos enfrentamos al puerto más alto hasta ahora. Las rampas son muy duras, nos lleva más de 5 horas recorrer los 30 kilómetros que nos separan de la cima, pero todo esfuerzo tiene su recompensa y las vistas del valle son impresionantes.
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El sol sigue sin aparecer y en la bajada hay que abrigarse. |
En cuanto nos volvemos a incorporar a la horrible 13 pasamos por la archiconocida Vang Vieng, polvoriento y gris pueblo completamente tomado por hordas de turistas chinos. Sinceramente, no nos parece que merezca la fama que tiene.
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Empieza a aparecer el tan famoso paisaje kárstico del sureste asiático. |
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Foto tomada desde el puente de bambú de Vang Vieng, en uno de los pocos momentos sin grupos de kayaks. Es impresionante la cantidad de turistas de este pequeño pueblo. |
Un par de días más llenándonos de barro y polvo y llegamos a Vientiane. Es una capital diferente a las demás que hemos visitado, ya que es muy pequeña. No tiene una gran oferta para los turistas, simplemente un par de templos y un bonito paseo por la orilla del Mekong. Pasamos la nochevieja aquí, esperando la medianoche entre los puestos del mercado nocturno y bebiéndonos unas merecidas BeerLao.
Tenemos unos días antes de poder entrar a Vietnam y hemos leído maravillas sobre un recorrido que la gente suele hacer en moto y que llaman "The Loop", así que planeamos las siguientes etapas con mucha ilusión. Ya desde los primeros kilómetros nos damos cuenta que ha sido todo un acierto. El Loop discurre por carreteras secundarias pero en muy buen estado, no hay apenas tráfico y estamos inmersos en un paisaje de película, con selva, cuevas, ríos y lagos y, además, el clima ha mejorado mucho. Pasamos tres días en Kong Lor, un pueblo que pasaría desapercibido si no fuera por su famosa cueva de más de 7 kilómetros de longitud que se atraviesa a oscuras en una pequeña lancha. El ritmo de vida en Kong Lor es tan relajado que nos cuesta volver a la bici.
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Al final de una buena cuesta siempre hay un buen mirador! |
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El valle para llegar a Kong Por, ni un solo camión en más de 40 km. |
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Caras de felicidad a la salida de la cueva de Kong Loe, una experiencia bajo tierra inolvidable. |
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Todo el mundo aaqu sabe cómo escapar del calor!!! |
Otro lugar para ver del Loop es la Cool Pool, una piscina natural de aguas cristalinas donde pasamos la noche completamente solos y bajo un cielo de mil estrellas. Pero en lo que a cuevas se refiere, la oferta es muy variada: nosotros visitamos la del Dragón, pero hay muchas más.
Thalang es el último pueblo en el que nos alojamos. Es una zona de lagos muy particular, ya que del agua sobresalen miles y miles de arboles secos. No sabemos de que se trata, ni conseguimos sacarle la información a los vecinos…
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Baño recuperador en las aguas frescas de la Cool Pool. |
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Exterior de la cueva del Dragón... |
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...y su interior (se hace lo que se puede con la camara). |
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Paisaje curioso de los alrededores de Thalang. |
Estamos muy contentos de haber decidido recorrer esta parte de Laos, menos conocida y mucho menos turística. Al bajar hacia el sur nos hemos dado cuenta de varios cambios: la gente de aquí es más abierta, más sonriente y agradable, el clima es más caluroso y menos húmedo, las carreteras son muy buenas y hasta la comida nos parece más variada y con mejor sabor. Nos alegramos porque salimos a Vietnam con buen sabor de boca y, ahora que se acerca el momento de irnos, nos da un poco de pena.
El ultimo mes ha sido muy intenso. Laos nos ha hecho experimentar todo lo bueno y lo malo de lo que es el viaje en bicicleta. Hemos disfrutado de su naturaleza tan exuberante y de la tranquilidad de su ritmo de vida, pero también hemos sufrido con sus carreteras y no hemos conseguido conectar tanto como hubiésemos querido con su gente.
Pero ahora, otro país nos espera…
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¡¡¡¡Hasta siempre Laos!!!! |