Siempre con el río Utcubamba al lado llegamos a Tingo, un pueblo muy pequeño y con solo dos hospedajes, donde empieza el sendero a la fortaleza de Kuelap. Se trata de una ciudadela de la etnia de los Chachapoyas, una población preinca, que dicen será el segundo Machu Picchu. Escuchamos por la radio que el gobierno ha aprobado la construcción de un teleférico para facilitar el acceso a las ruinas. El trekking nos lleva 4 horas de subida en las que pasamos de 1790 a 3000 msnm. Pero merece la pena. No hay nada recostruido, todo está como se encontró y ese aspecto salvaje y auténtico nos encanta. No nos entretenemos demasiado porque nos esperan 3 horas de bajada (y somos los únicos pringaos que han cogido el sendero). Terminamos el día destrozados pero satisfechos.
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Las vistas desde el sendero |
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Entrada a la fortaleza |
A la mañana siguiente continuamos subiendo el río, en una jornada muy bonita tanto por la ruta, que aunque sigue siendo ascendente tiene un desnivel inapreciable, cómo por el tiempo (hace sol aunque no llega a molestar mucho) y antes de darnos cuenta estamos en Leymebamba, donde encontramos un parroco español, de Badajoz, que muy amablemente nos permite quedarnos en la casa del catequista, donde podemos darnos una ducha bien fría y descansar para lo que será una dura jornada. A las 7 ya estamos pedaleando para afrontar una subida de 30km en los que pasamos de 1900 a 3600 msnm. Los porcentajes de la pendiente no son duros, lo cual es normal en Perú, pero los km pesan en las piernas y en 5 horas estamos arriba. La bajada de 60km es espectacular, con unas vistas increibles y una carretera estrecha llena de precipicios (en toda la bajada nos encontramos un bus y un coche). Cuando nos quedan 20km de bajada notamos como cambia el clima y el viento empieza a ser muy caliente. Al llegar a Balsas, donde pensamos pasar la noche, el aire es irrespirable (peor que un día de terral en Málaga). Todo esto junto con la poca hospitalidad de sus habitantes nos hacen decidir continuar hacia adelante. La carretera hacia Celendín, el pueblo más próximo, nos tiene preparados otros 45 km de subida, por lo que decidimos parar un camión y pedirle que nos lleve . Menos mal que tomamos esta decisión!! Es una experiencia muy divertida pero la subida es durísima. Al llegar a Celendín nos encontramos con otro parroco de Badajoz muy amable que nos permite pasar la noche en la iglesia que estan construyendo.
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Calla calla que empezamos a bajar... |
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Un grupo de estudiantes con muchas ganas de tomarse fotos con los gringos!! |
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Nuestras peques en el camión |
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En el camión disfrutandolo mucho |
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Más vistas espectaculares |
Aunque sabemos que nos esperan 110 km para llegar a Cajamarca, la capital de provincia, salimos más tarde que de costumbre: las subidas de los días anteriores nos han dejado las piernas rotas. Por la mañana el cura nos enseña su pequeña granja donde cria cuyes, un animal muy apreciado por aquí para el consumo: es la primera vez que los vemos vivos y son muy parecidos a las cobayas. El camino desde el principio es duro y ya entendemos porque en Perú apenas hay pendientes duras: los motocarros no las pueden subir y el 90% de vehículos aquí son motocarros. El tramo de salida del pueblo nos ve empujando las bicis un ratito para enseguida encarar una subida de 50km, esta vez con algunos descansos. Aún así se nos hace bastante larga, sobre todo porque salimos del pueblo sin comida, confiados en encontrar alguna tiendecita de alimentos de primera necesidad, muy habituales en todo nuestro recorrido. Pero hoy hasta el km 30 no encontramos nada. Por supuesto, con el estomago lleno y la tranquilidad de tener comida en la mochila el camino se hace más fácil. Llegando a la cima nos cae nuestra segunda granizada que, aunque no duele tanto como la del Cotopaxi, nos deja empapados. Por suerte, al otro lado de la montaña luce el sol y nos secamos durante la bajada. Para las 3pm estamos en Encañada, donde habíamos decidido parar en el caso de que nos fuera difícil llegar a Cajamarca, pero el terreno favorable nos hace decidirnos a continuar el camino. Estamos en Cajamarca un poco antes de las 6 de la tarde, no sin antes encontrarnos con un tráfico caótico debido a la manera de conducir de los peruanos (y además la calle está cortada por un cortejo funebre y los coches han ocupado todo el ancho de la carretera intentando pasar). Ya en Cajamarca nos sorprenden los mercados en la calle en los que venden patatas de muchas variedades. Nos dirijimos a la iglesia donde el parroco, después de bromear un poco, nos permite dormir en la zona de las oficinas.
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El cuy: todavía no lo hemos probado pero nos dicen que está muy rico!!! |
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Ya no puedo seguirle el ritmo... |