NADIE DIJO QUE FUERA FÁCIL

Cuenca es una ciudad que merece la pena visitar, creo que la primera que de verdad nos sorprende. El centro historico está lleno de iglesias y edificios coloniales y es muy agradable pasear por sus calles. Compramos un pan de carne en la pizzeria de un chico italiano que nos encanta, igual que todo el pan que hemos probado en este país. Después de una mañana de turismo por la ciudad, dejamos el hostal "el cafecito" y cogemos un bus dirección Loja. Por segunda vez nos alegramos de recorrer estos kilometros comodamente sentados en nuestros asientos: hace un día terrible, llueve y las montañas que cruzamos en las 4 horas y media de camino son muy altas. Eso sí, el panorama como siempre nos encanta. Un único detalle no nos hace posible relajarnos del todo: el conductor del bus para cada dos por tres a comprar comida y conduce con un plato en una mano y soltando muy a menudo la otra para comer...
Parece que no ha llegado nuestra hora y llegamos sanos y salvos a Loja, otra bonita ciudad en la que nos esperan Stephanie y su madre, Beatriz. 





Después de dos días de comodidades empezamos otra vez a pedalear. El camino a Vilcabamba es facil y, una vez pasada la entrada al Parque Nacional Podocarpus, buena parte es bajada. El pueblo es famoso por la longevidad de sus habitantes (parece que muchos superan los 100 años), pero la verdad es que en la pequeña plaza que tiene solo se ven "gringos". Pasamos la noche en una de las cabañas de bambu del camping Rumihuilco, muy tranquilo pero todavia en costrucción...

El que se marea en una hamaca...



Las pendientes hasta Yangana no son tan duras como nos esperabamos, así que decidimos seguir hasta Valladolid, pero el día se convierte en una pesadilla. Las cuestas parecen no terminar nunca y en muchas rampas hay que empujar las bicis. Al final llega una bajada inmensa y por fin el pueblo, donde acampamos detrás de la comisaría de policia.
Poco después de empezar al día siguiente el asfalto desaparece y lo que era una bonita carretera se convierte en un carril lleno de piedras y barro y arroyos que hay que cruzar y pendientes del 25%...Además están construyendo la nueva carretera y los camiones nos llenan de polvo y barro. Cuando por fin acampamos en la casa municipal de Isimanchi los niños del pueblo no paran de asomarse a la ventana y gritar "gringos".

Nos ponemos en marcha temprano  porque la subida es dura y queremos evitar el calor. Pero cuando llevamos seis kilometros empujando las bicis, Lucas tiene un desmayo. Una familia que nos socorre llama a la ambulancia que nos traslada al hospital de Zumba, a solo tres kilómetros. Allí somos muy bien atendidos por los médicos que nos dicen que ha sido una intoxicación alimentaria. Encontramos alojamiento en la iglesia del pueblo y nos quedamos un par de días para descansar. También conocemos a otro viajero, Marcin, que nos aconseja sobre alguna ruta en el Perú.
En el camino a Namballe nos despedimos de Ecuador con otras grandes pendientes, aunque no tan duras como las anteriores y no tenemos que empujar tanto. En la frontera tenemos que esperar que el encargado de migración llegue a su puesto tras almorzar, pero los tramites son bastante rapidos...
Nos despedimos de Ecuador dejando atrás unos paisajes fantásticos y llevando con nosotros el recuerdo de mucha buena gente que nos ha ayudado a seguir nuestro camino. Mención a parte merece la variedad y la calidad de la fruta de este país, la granadilla, la pitahaya, la papaya, la piña y muchas más...me tienen enamorada (Martina) y las voy  a echar mucho de menos en España.

Dicho esto ¡ya estamos en Peru!





El cura de Zumba y unas niñas de su colegio





La frontera de madera...

Ya en el Perú