TITICACA

Hoy empieza una nueva etapa de nuestro viaje: después de las cordilleras peruanas vienen los altiplanos. Es una parte más fácil, sin tantas subidas, pero aún así tenemos que recordar que no vamos a bajar de 3500 metros en unas semanas.
El primer día desde Cusco no tenemos suerte con el tiempo: justo después del almuerzo empieza a llover muy fuerte y nos tenemos que reparar en un restaurante que encontramos en la carretera. El dueño nos ofrece pasar la noche allí y, como ya es tarde para seguir y hace mucho frío, aceptamos. La siguiente etapa es más corta porque el tiempo sigue inestable y en Marangani el párroco nos deja un cuarto para descansar. Pasamos un buen rato viendo como prepara las coronas del adviento para venderlas y comprar algunos juguetes para los niños del pueblo.
Al día siguiente pasamos el puerto Abra La Raya, de unos 4300 metros y el resto del día (95km) es casi totalmente llano. Hemos dejado atrás los valles y montañas verdes del departamento de Cusco para entrar en la pampa y los nevados del de Puno. La plaza de armas y la iglesia de Ayaviri son de las más bonitas hasta ahora, pero no se puede decir lo mismo del hostal que elegimos.






Pampa y más pampa en los casi 100 km que nos separan de Juliaca, de la que hemos leído y escuchado muy pocos alagos. Efectivamente la entrada a la ciudad es horrible. El tráfico, los mototaxis y los combis locos y los mercados hacen que tardemos casi una hora en encontrar la Casa de Ciclistas de Geovanni. Hablamos mucho con él de nuestro viaje y de todos los ciclistas que han pasado por aquí y Geovanni nos convence a cambiar un poco nuestra ruta de los próximos días: en vez de seguir hacia Puno, daremos la vuelta al lago por la parte norte. Para poder pasar la frontera boliviana por aquel lado tenemos que ir al día siguiente a Puno, para que Migración nos selle la salida del país. Nos volvemos a encontrar con una pareja de franceses que conocimos en Cusco. Puno no es gran cosa pero por fin divisamos lo que será nuestro compañero los siguientes días: el enorme lago Titicaca.
Compartimos nuestro día de descanso en la casa con dos chicos chilenos, una uruguaya y un irlandés. Geovanni empezó hace muy poco como Warmshowers (para qien no sepa que es www.warmshowers.org), y tiene pensado agrandar el espacio que tiene para que los ciclistas se sientan más cómodos. Nosotros hemos estado muy bien en su casa y le agradecemos todo, desde la comida hasta los consejos de ruta. Esperamos que siga con la casa de ciclistas mucho tiempo!!!
Nos despedimos de Geovanni un poco tarde y, aunque los primeros km pasan rápido, empiezo a encontrarme mal y sopla un fuerte viento en contra. Nos tenemos que parar en la mitad de la etapa que habíamos planeado, en Huancane. Tenemos suerte y pasamos la noche en una habitación de la parroquia. Me levanto y la situación de mi estómago no ha mejorado, pero salimos y conseguimos llegar hasta Moho. Hasta ahora casi no hemos visto el lago y estamos un poco decaídos, sobre todo por mi malestar. Inesperadamente todo cambia al día siguiente. Por fin brilla el sol y la carretera va costeando el lago. El agua es cristalina y vemos playas dignas de islas mediterraneas. Dan casi ganas de dejar la bici y darse un baño. Llegamos a la frontera con Bolivia y las condiciones cambian. Hay trocha (carril de tierra) y bastante subida, pero los paisajes siguen mereciendo la pena. El primer contacto con los bolivianos nos deja un poco perplejos. Nos habían advertido de que el carácter es mucho más cerrado que el de los peruanos y que no saben tratar con extranjeros (menos si son españoles). Es complicado comunicarse con ellos, sobre todo en los pueblos más pequeños, aunque como siempre hay excepciones. El segundo día en Bolivia, después de una etapa no muy dura pero larga, queremos dormir es un hostal, pero en ninguno parece haber una habitación libre para nosotros. Después de media hora intentandolo logramos convencer a un hostelero para que nos deje un cuarto. Nos queda una etapa más para llegar a la famosa Copacabana...

Con Geovanni y los chicos de la casa





La frontera boliviana